Legua de Tielmes Vega del Tajuña.
Después de mucho tiempo en el dique seco y tras un par de semanas de vuelta a las calles, me ha apetecido volver a calzarme las zapatillas para recordar la increíble sensación de estar en una línea de salida. Para ello he optado por una bonita carrera en Tielmes, una bonita localidad situada en la Vega del río Tajuña.
La carrera, de una legua, tiene una distancia de aproximadamente 5,9 Km y esto es curioso, ya que la legua es una medida histórica que indica la distancia que una persona puede recorrer caminando a pie en una hora y que, no es una medida muy establecida, oscilando entre los 4 y los 7 km en función del país e incluso de la región.
Los previos.
Ya sabéis que una de las cosas que más disfruto de las carreras es, aparte de disfrutar del ambiente previo a las mismas, de pertrecharme con los colores de la carrera y sentirme uno más en la marea de color.
Por tanto, me he plantado en Tielmes sobre las 7, tiempo suficiente para recoger el dorsal, coger la camiseta, descubrir que los michelines que han brotado en mi ausencia del asfalto no caben igual de bien en una talla M y darme un paseo por la zona.
Me ha encantado, eso sí, portar el dorsal nº 100, creo que es el más bonito que he llevado hasta ahora.
Ha sido un placer reconocer a viejos conocidos de otras carreras, de escuchar la música ambiental, ver a los chavales participar en las carreras infantiles previas a la absoluta y volver a sentirme parte de este mundillo que ya tenía un tanto olvidado.
Nota muy positiva para la organización, todo claro, sencillo, bien pautado y organizado.
El calentamiento.
A pesar de ser un fanático de conocer los recorridos con antelación, estudiarme el trazado, el tipo de terreno y demás pormenores, en este caso y un poco por no saber mi nivel real he preferido dejarme llevar y limitarme a tratar de seguir el ritmo lo mejor posible.
Me ha sorprendido un poco saber que prácticamente la totalidad del recorrido es sobre pista, aunque me ha recordado a otras carreras hechas por la zona y también, viendo los entrenamientos previos, el altísimo nivel de los participantes para una carrera de "poco reconocimiento"
Reconozco que no tenía muchas ganas de hacer un calentamiento muy intenso, ya que mi nivel de forma está un poco por los suelos y tenía la certeza de que iba a necesitar cada gramo de energía en el recorrido, así que me he limitado a breves trotes aquí y allá y a unos estiramientos más por no parecer el más torpe del lugar, que por estar haciéndolos con verdadera concentración.
La carrera.
Como siempre me sucede, he pasado de ver los minutos caer a cámara lenta y estar deseando empezar a que de repente me pille el toro y me encuentre en plena cuenta atrás lejos de la línea de salida y sin haberme mentalizado ni preparado el reloj.
En cualquier caso, suena la bocina, empiezo a correr y me doy cuenta de lo pésimo de mi estado de forma. Los participantes salen como toros desbocados y en apenas una centena de metros ya son para mí formas vagas en el horizonte y me he quedado último y completamente solo.
Los ciclistas que se encargan de cerrar la carrera y hacer de coches escoba hacen malabarismos para poder mantener mi absurdo ritmo y bromean conmigo.
- "No te preocupes, que vas a llegar igual" dice uno
-"Sí, pero creo que los bares ya van a estar todos cerrados" responde otro.
Cerrando la carrera... |
Como ya tengo unos cuantos kilómetros en mi haber, prefiero limitarme a sonreír y ceñirme a mi ritmo, sabiendo que no voy muy sobrado y que al final los kilómetros tienden a poner a cada uno en su sitio, por lo que si gasto mis fuerzas al principio, lo notaré más tarde.
En cualquiera de los casos, soy consciente de que me arrastro por la pista de arena a un ritmo más cercano a caminar rápido (6 min/km) que a correr, pero entre pitos y flautas ya ha caído el primer km y alguno de los corredores que habían salido disparados, parecen flaquear en el horizonte.
Me escucho jadear aparatosamente, pero intento subir el paso para alcanzar al grupo de rezagados, aunque me está costando mucho, a pesar de ello el cuerpo va recordando de qué iba esto de correr y disfruto a ráfagas de la sensación de estar allí.
El paisaje es bonito, una especie de campiña, aunque los estragos del calor veraniego seguramente lo hacen ver más seco de lo que acostumbra, pero aun así es agradable correr en mitad del campo y sobre un terreno algo más suave que el asfalto de la ciudad.
Más o menos a la altura del segundo kilómetro alcanzo al grupo de rezagados e incluso con un poco de cruel satisfacción, veo que alguno de ellos se queda detrás de mí. Aprovechando que hay una cámara delante, trato de recomponerme y sonrío fingiendo que voy perfectamente, aunque el esfuerzo por mantener un ritmo que ahora mismo parece quedarme un poco largo. De hecho, compruebo el reloj para verificar que he terminado este parcial en 6:08.
El ir encontrándome cada vez más corredores en el camino me va motivando y, aunque estoy lejísimos de mi mejor ritmo, al menos siento que puedo integrarme en la carrera y no me pasa como en otras ocasiones que acabo descolgándome por completo.
Por suerte, el terreno es bastante regular y apenas hay cuestas, ya que tal y como voy no puedo permitirme grandes excesos. A pesar de que mis piernas van más rápido de lo que pensaba que irían, mis pulmones no consiguen llevar el mismo ritmo... De momento sufro más que disfruto.
En los siguientes 2 km me limito a mantenerme en un ritmo cercano a los 6 minutos, que es el máximo en el que me veo capaz de mantenerme sin desfallecer y aunque me motiva ver que consigo adelantar a algún rezagado más, me siento más torpón de lo que recordaba ¿Es normal sentir el michelín dando saltos? Supongo que sí... cosas de la edad y de la falta de kilómetros.
Además, un hombre ha salido a la calle con la manguera y riega a los participantes. A pesar de ser cerca de las 10 de la noche, el sol aún está bastante alto y el calor de julio se hace notar, así que dejo que me empape y siento que revivo un poco ¡Las carreras populares no serían nada sin la gente que anima! Aún así, se me están haciendo largos los kilómetros y recuerdo tiempos más felices.
Cierro el km 4 en 5:56, cerrando un nuevo parcial por debajo de 6 minutos y decido intentar terminar en menos de 36' para tener al menos la recompensa de un ritmo mínimamente digno, pero para ello sé que me va a tocar apretar un poco. Me propongo ser un poco conservador en el 5º km y darlo todo en el último, ya que si intento apretar ahora muy probablemente me quede sin fuerzas para terminar como me gustaría.
Me arrastro literalmente durante el kilómetro 5, haciendo balance de energías para poder darlo todo al final (como si me quedara mucho) y me limito a perseguir a un grupito de rezagados que parece ir tan justo de fuerzas como yo. Bueno, también adelanto a una pareja de mujeres de unos 60 años que van trotando relajadas mientras charlan de sus cosas y que, honestamente, dan la sensación de poder destrozarme si tuvieran algún interés en la carrera.
Hago una foto mental de la situación y pienso en que han llegado al 5º km sin despeinarse y sin sudar, hablando tranquilas y mirándose la una a la otra como quien ve llover mientras yo me siento encharcado, destrozado y resollando con la vista fija en el horizonte esperando que aparezca el oasis en forma de meta. Cierro el parcial en 6:05 y ahora es cuando toca darlo todo si quiero bajar de los 36'.
Finalmente emboco el último kilómetro, es una recta de arena donde había estado trotando en el calentamiento, así que me da tranquilidad reconocer el terreno en el que me muevo por primera vez. Puedo empezar a hacer cálculos de cuánto me queda y cuánto puedo dar y empiezo a esprintar. Bueno, lo llamo esprintar, pero estoy seguro que desde fuera se vería un fofisano trotón con cara de mucho esfuerzo desplazándose a velocidad absurdamente baja...
Aún así, consigo adelantar a una chica que llevaba delante de mí los últimos kilómetros y entro en la línea de meta con mi mejor cara de velocidad, listo para salir en las fotos con gesto de gloria. Debo dar tanta pena que el speaker se olvida de mí mientras nombra a todos los demás participantes que llegábamos a la meta en ese momento (seríamos 4) y el fotógrafo dispara a cualquier sitio en el que no esté yo. -¡Seguro que son vecinos! mascullo mientras aprieto los puños y cruzo la meta a "toda velocidad". Cierre del último parcial 5:38.
Al final, una vez superada la infantil decepción de haber sido ignorado vilmente en la meta, me siento orgulloso de varias cosas.
- Haberme puesto otra vez unas zapatillas.
- Haber cruzado otra línea de meta.
- Terminar por debajo de los 6min/km.
- ¡Demonios! ¡Estar aquí cuando me parecía impensable!
¡Nos vemos en las calles!