lunes, 27 de septiembre de 2021

Mi primer 10 K sub 60: EDP Rock and Roll 2021

Bueno, ahora que las piernas ya van volviendo a su ser y he tenido tiempo para asentar las emociones vividas, toca hablar del evento que tanto llevaba esperando: El 10K del EDP Rock and Roll 2021.


Creo que como todos los que hemos participado me llevo emociones mixtas, un poco de cal y otro tanto de arena. Empezaré desquitándome de algunas cosillas que no me gustaron tanto para poder terminar con un buen sabor de boca.

1) Los horarios: Tengo poca experiencia en estos mundos, pero creo que al intentar poner las 3 carreras: 10K, Media maratón y Maratón en un solo día y con diferentes trazados, además de tener que hacer las salidas espaciadas por oleadas por el Covid han pecado un poco de exceso y han tenido que hacer demasiado amplios los horarios de salida. ¿Por qué digo esto?

Los del 10K comenzábamos a las 7:45 que era aún de noche y no había servicio de guardarropa. Al tener que estar en el cajón en torno a las 7:30 de la mañana, que es una hora en la que ya refresca, nos vimos obligados a ingeniarnos para poder llevar algo de abrigo y se ha visto a demasiada gente correr con mochilas.

Por otro lado, los compañeros de la media maratón salieron en torno a las 11 de la mañana que es demasiado tarde y ya hacía calor y sol suficiente para que no fuera agradable.

2) El Rock: Parece una tontería, pero en una carrera llamada Rock and roll, que patrocina Rock Fm y que presumía en ediciones anteriores de sus conciertos de animación en vivo es algo que ha pasado literalmente de puntillas. En nuestra salida, no sé si por ser  tan temprano no ha habido música ni casi  noticias del speaker hasta pocos minutos antes de la salida y en el recorrido, tan solo dos puestos de animación consistentes en otro speaker comentando la jugada con poco tino -sin música- y además situados en el kilómetro 1 y 1,5, lo que dejaba demasiado fría el resto de una carrera donde al salir casi de noche no había casi gente en la calle.

3) La organización de la ruta: Había demasiada gente cruzando la calle en demasiados sitios, peatones, bicicletas... y que obligaban en muchos puntos a esquivar. Ha faltado más control en ese aspecto. Tampoco me ha gustado que en pleno momento Covid nos hayan hecho correr por los túneles de Francisco Silvela. Éramos cerca de 2.000 personas pasando simultáneamente, sin mascarilla y apretados por un espacio cerrado y con poca ventilación. Olía a cerrado y el ambiente se notaba cargado.

4) El avituallamiento: Teniendo en cuenta el coste de esta carrera el avituallamiento intermedio me ha parecido pobre y mal gestionado. Tan solo un poco de agua, casi 1 km después de donde nos habían dicho que estaría y sin baños en dicho punto a pesar de las instrucciones. He visto gente preguntar por ellos sin éxito y yo mismo los habría usado gustoso.

5) El chip: Por suerte para mí no he sido uno de los desafortunados, pero casi la mitad de los participantes de la carrera ha tenido un chip defectuoso que no ha registrado su presencia en la misma. Para un evento del calibre que se le supone a este, es un fallo demasiado catastrófico. Como todo en esta vida, si no hay pruebas de que se ha hecho algo, es como si no existiera y en una carrera que además tiene carácter internacional y con tiempo homologado es un desastre sin paliativos que  genera una gran frustración entre los participantes desaparecidos.

En resumen, el precio por participar no es pequeño, más aún considerando que la bolsa del corredor ha sido más bien pobre, el grabado de la medalla se cobra aparte, las fotos también... si además tampoco se comprometen a lo mínimo que es animar a los corredores, cuidar el trazado y a medir el tiempo, poco queda que lo justifique...

Ahora sí puedo hablar de mis sensaciones habiendo soltado un poco de lastre.

Llevaba tiempo con esta carrera entre ceja y ceja ya que en mis sueños se trataba de una carrera muy popular y con un gran ambiente. Como ya he comentado, mucho de lo primero, pero poco de lo segundo, pero aún así, las ganas y la emoción lo pueden todo y más aún en un recorrido que prometía mucho.


Desde que uno llega a la puerta del cajón y empieza a calentar, se puede percibir, a pesar de ser aún de noche, el calor de los runners, la mezcla entre emoción e impaciencia, el corazón a tope y el deseo de que suene ese pistoletazo, arrancar y poner en marcha la flamante camiseta rosa con el dorsal 43431.

Frío, sueño y... nervios

En mis calentamientos, al contrario que en mis últimos entrenos me noto poco fino, siento que la mezcla del café matutino combinado con powerade más el comer en exceso el día anterior y un par de cervezas están haciendo una mezcla explosiva en mi estómago. Sin embargo la adrenalina prevalece y solo estoy deseando empezar, aunque empiezo a sentir que peligra mi objetivo del día, que es bajar de la hora.

La espera se hace eterna porque además salgo del cajón M con la 13ª oleada, que por cosas del Covid se hacen en grupos de 500 personas y con una separación de 2' entre ellas. Eso implica esperar a que salgan todos los que están por delante e ir avanzando mitad andando, mitad trotando hasta la posición de inicio de la siguiente oleada y así hasta llegar a la línea de salida.

Al fin, después de unos 15 minutos y casi 1 km de pequeños avances, nos toca salir. Hoy tengo ganas de marcha y como me he propuesto como sea rebajar esos 60' salgo más fuerte que de costumbre e invierto mis primeros cientos de metros en encontrar un ritmo un pelín inferior a los 6 minutos por kilómetro y quedarme fijo en él.

Lamentablemente Madrid es una ciudad muy poco llana y entre que subimos Castellana y avanzamos por Joaquín Costa descubro que me es difícil mantener estables esos 6 km por minuto que pretendía, así que oscilo entre los 5:40 y los 6:20 tratando de no irme mucho por ningún extremo. Me da mucha vidilla cuando veo que, a pesar de todo, mi ritmo promedio tras los 2 primeros km está en 5:55... Aún queda mucho, pero esto marcha.

A partir de este momento y mientras avanzo por Velázquez noto que tengo el estómago dando saltos y empiezo a no ver una tontería plantearme una "paradita técnica" cuando llegue al avituallamiento, pero de momento aguanto y me animo a apretar el paso. Soy consciente de que el terreno es favorable al ser todo cuesta abajo y sé que cada segundo que arañe en las bajadas lo necesitaré cuando lleguen las subidas para no salirme de mi objetivo.

Afronto Diego de León a traguitos de Powerade ya que me noto cada vez más flojo y revuelto y pienso que la botella de poción mágica azul que arrastro conmigo puede cambiar algo (aún no sé si a peor o a mejor). El caso es que debido al efecto placebo, o más probablemente al inicio de la bajada de Francisco Silvela, en este momento mis pies van más ligeros y rondo en algunos tramos los 5:15 para terminar el km 3 en 5:42. Me obligo a bajar revoluciones siendo muy consciente de que no voy tan sobrado y empiezo a buscar desesperadamente el avituallamiento.

Aferrado a mi poción mágica.

Sé que aún me quedan un par de kilómetros para llegar, pero dado que apenas hay gente en la calle que anime y que no me encuentro muy fino, busco cualquier cosa que me haga distraerme de las malas sensaciones y me estimule. Curiosamente es el hecho de que el recorrido pasé por los túneles de Francisco Silvela en lugar de por la superficie lo que lo consigue. 

La primera sensación es "mola!", mientras bajamos como una marea rosa hacia el interior del túnel, pero una vez dentro y con el ambiente cargadísimo que se percibe, me surgen 1.200 pensamientos enfermizos del tipo: 2.000 personas respirando a todo pulmón, sin mascarilla y en un ambiente cerrado no parece la mejor idea del mundo en mitad de una pandemia. Sin embargo, alguien rompe mi pensamiento con un "VAMOOOOOS!" que retumba en todo el túnel y me hace espabilar. "VAMOS GENTE!!" respondo con todo el aire que me sobra, que no es mucho y la sonrisa se me pinta en la cara. ¡Qué fácil es hacernos felices!

En este  momento descubro que aunque Francisco Silvela es teóricamente bajada, el hecho de hacernos entrar y salir de los túneles convierte este tramo de carrera en una especie de montaña rusa con tanto sube-baja y noto como mi ritmo se resiente. Me fuerzo a no bajar la marcha en las subidas consciente de que no me sobra demasiado y cierro mi km 5 en 5:47. Ya está lista la mitad de la carrera,¡ y ahora solo queda descontar.

Casi llegando al km 6 aparece finalmente el avituallamiento, los voluntarios, como siempre, son lo mejor de estas carreras, te animan, te envuelven, te hacen volar y casi quieres abrazarles. Hago un balance rápido del estado de mi estómago, pero el ver que voy en ritmo y que no veo los baños donde debería haberlos me hace desistir de pensar más en esto. Trago de agua y aprieto un poco viendo que  este kilómetro se me está escapando. Consigo acabarlo en 6 minutos clavados y ya solo quedan 4 km más hasta la meta.

En mi cabeza tenía por delante dos kilómetros de bajada continua hasta Atocha antes de enfrentarme de nuevo al Paseo del Prado y como me siento fuerte otra vez, trato de aprovechar la pendiente y recortar el tiempo perdido bajando a casi 5:10 y ya casi saboreando la victoria, pero de repente descubro la terrible realidad de la Avenida de Nazaret de la que nunca había oído hablar. Una subida muy fuerte, inesperada y demoledora me hace temblar, pero decido que no será aquí donde baje el ritmo y opto por darlo todo y guardar mi último comodín para más adelante, así que trato de poner mi mejor pose de corredor, mirada al frente y barbilla en alto, aprieto los puños y hasta el alma y consigo coronar esos malditos 500 metros entre jadeos para cerrar el kilómetro 7 en 5:39. ¡Esto está hecho!

Esto huele a meta

Bordeamos el Retiro hasta Atocha, una vez más en bajada y me doy cuenta de que aunque me quedan solo dos kilómetros voy reventado tras la subida, así que opto por tomarme un gel que llevaba guardado ,no sé ni para qué, con el mismo objetivo que el Powerade del principio: efecto placebo puro y duro. Disfruto unos segundos del placer de sentirme Asterix tras tomarse la poción mágica y acelero mientras trato de no pensar en el potaje que debe ser mi estómago en este momento mientras lo oigo gorgotear... 

Pero el efecto placebo termina rápido, no consigo mantener el ritmo y me noto flojear. Por suerte cuando más cruda estaba la cosa, un hombre que aplaude a los corredores desde la calle, se toma la molestia de leer el nombre en mi dorsal y darme ánimos personalizados "¡Vamos Miguel, que ya lo tienes!" y eso es gloria bendita para mí. Ahora sí que noto un subidón y me preparo para la última subida. ¡Qué poco se imagina ese hombre, cuánto bien me ha hecho!

El tirón me dura lo bastante para volver a disfrutar de la carrera, pasamos por delante de Atocha y es un placer encontrarse a cada vez más gente animando justo antes de afrontar el Paseo del Prado. Queda un poco menos de dos kilómetros pero ahora sé que ya está casi hecho aunque de tiempo voy justito. Voy revisando mi reloj y los hitos kilométricos y me doy cuenta de que llevo unos 150 metros de diferencia entre mi medida y la real, así que recalculo mentalmente si llevo el ritmo necesario para entrar en menos de 60' y durante unos segundos no lo veo tan claro.

En mi carrera Madrid corre por Madrid de hace dos semanas, hice este mismo tramo de kilómetro y medio entre Atocha y la meta en unos 6:30 pero sé que hoy no puedo permitírmelo, así que repito la estrategia de antes: Levanto la mirada, subo la barbilla y trato de poner lo que me queda para tirar más fuerte. Esta vez sí soy consciente del Botánico, pero me olvido de Neptuno y El Prado y estoy más pendiente de no chocar con la gente que cruza sin ton ni son por delante de nosotros y de paso de otear a lo lejos por si veo la meta.

Al llegar a Cibeles la meta se intuye a unos cientos de metros y ya comienzo a apretar los puños para celebrarlo. Estoy subiendo fuerte y tengo tantas ganas de cruzar esa meta que voy adelantando a todos los que tengo a tiro. Una vez que sé que voy a conseguir terminar en menos de una hora, me permito el lujo de perder unos segundos y posar para las fotos y cruzo la meta en torno a los 59 minutos celebrándolo por todo lo alto.

Celebrando como si no hubiera un mañana

Mi reloj me recuerda que he corrido los 10 K en 57:47, mi mejor marca personal y que he recorrido en torno a 150 metros más hasta la meta de los necesarios. Tomo nota mental de coger las curvas algo más cerradas la próxima vez y ahorrarme esos metros de sobra.

Al final, tiempo oficial 58:48 y ¡objetivo conseguido! Para mi colección una fastuosa medalla finisher y una marca de la que sentirme muy orgulloso. Más aún teniendo en cuenta que hice un recorrido muy parecido hace tan solo 15 días en 1 hora y 10 minutos. ¡Casi 11 minutos más!

A pesar del momentazo, la sensación en la llegada es un poco fría y el avituallamiento un poco corto, se entiende en el contexto del efecto pandemia pero creo que le faltaba algo de vidilla. Los voluntarios, eso sí, te sacan la sonrisa quieras o no y te hacen aplaudirles a ellos con más merecimiento que ellos a ti.

A pesar de los contras, me voy con la sensación de carrera increíble, de día grande y preguntándome si el año que viene vendré a batir mi marca o me atreveré con otra distancia. Viendo la evolución de este año, todo es posible, pero de momento a descansar y a disfrutar de las sensaciones.


P.D: Disfruto con la noticia de que José Luís Búrdalo, tremendo corredor con quien ya he tenido la suerte de compartir alguna carrera, ha conseguido terminar su primera maratón. ¡Grande!

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