sábado, 1 de enero de 2022

10K: San Silvestre Vallecana 2021

San Silvestre Vallecana 2021.

Todo largo camino comienza con un pequeño paso y en mi caso esta historia comienza hace varios años cuando uno de mis tíos, corrió la San Silvestre del año 2005 y se convirtió en un héroe para mí.

En aquellos tiempos las "largas distancias" estaban menos popularizadas de lo que lo están hoy, por lo que en el momento en qué cruzó la meta, pasó a convertirse en un nuevo superhéroe para mi lista. Al fin y al cabo era alguien que, rondando los 40, se atrevía a afrontar distancias y climatologías que parecían de ciencia ficción.

Pasaron los años y con ellos, muchos de mis conocidos se fueron sumando a la distancia más común entre los corredores populares: El 10 K, pero no por ello perdía su halo de inalcanzable y su vitola de conquista solo al alcance de muy pocos hasta que empecé a plantearme el "¿y por qué yo no?" que ha llevado al ser humano tan lejos en su historia y a mí al inicio de una nueva aventura.

A partir de ahí el resto es historia, muchos entrenamientos, algunas decepciones, muchos momentos increíbles y varios desafíos completados hasta llegar a la que sería la carrera con la que empezó todo. Hoy después de más de 15 años me he puesto la camiseta de la San Silvestre Vallecana 2021.

A pesar de mi lesión, me había propuesto como objetivo intentar terminar en menos de una hora para poder convertir la San Silvestre Vallecana 2021 en mi segundo sub 60 oficial del año, sabiendo eso sí, que mi estado de forma no estaba para muchos trotes y más aún para un recorrido tan duro como el de la San Silvestre Vallecana.

Listo para despedir el año de la mejor manera.

La espera.

Como casi siempre ocurre, lo peor de empezar un nuevo camino es la dura espera desde que te lo propones hasta que sucede y en mi caso fueron los eternos casi dos meses desde que compré mi dorsal, recién salido de una lesión, hasta que me puse en la línea de salida dispuesto a cerrar un círculo que comenzó muchos años atrás.

En este largo tiempo he visto como mi estado físico se recuperaba lentamente hasta acercarse levemente a cómo estaba antes de romperme el bíceps femoral pero también he visto como mis compañeros de carrera caían víctimas de este terrible enemigo de nuestro tiempo que es el Covid-19 hasta dejarme solo al pie del cañón así que hoy también corro en su nombre.

Como soy corredor solitario y ya llevo algunas carreras a mis espaldas no me importó plantarme solo en la línea de salida, pero confieso que al ver el fantástico ambiente que se respiraba, tanta gente, todos con la camiseta oficial, muchos de ellos disfrazados y un panorama que casi se parecía más a los carnavales de Tenerife que a una carrera popular me sentí un poco fuera de sitio y me habría gustado tener a alguien con quien compartir la aventura.

Sin embargo, tras unos minutos rondando la zona y empezar a sentirme parte de todo aquello, la sensación de incomodidad se fue diluyendo. Confieso que todavía me siento un poco paranoico con el Covid y procuraba buscar la máxima distancia de seguridad frente al enorme tumulto que crecía por momentos mientras mi oleada, la cuarta, se preparaba para plantarse en la línea de salida.

El ambiente era increíble, muchísimas personas se agolpaban impacientes y un concierto de rock en vivo animaba la salida... La sensación era la que esperaba haberme encontrado en el EDP Rock and Roll en lugar de en esta carrera.

En ese momento tenía una mezcla enorme de pensamientos: Los nervios habituales previos a la carrera, un poquito de respeto a la masa de personas que me rodeaba en un momento en que la pandemia no deja de crecer, diversión y curiosidad por los disfraces que lucían muchos corredores, pero sobre todo un nudo en la garganta por la emoción de encontrarme allí, donde me parecía imposible poder llegar no hacía tanto tiempo.

La salida...

La carrera.

Finalmente, el momento tan esperado llegó a las 17:45 cuando sonaba la bocina que daba comienzo a la carrera, y puse en marcha mi reloj y mi dorsal 14978

Mis piernas tardaron todavía unos segundos en ser conscientes de la situación mientras comenzaba el ascenso por Concha Espina todavía abrumado por la enorme avalancha de personas que me rodeaba.

Los primeros metros fueron muy confusos, había tanta gente que casi no se podía correr y al contrario de lo que me había sucedido en carreras previas había muchísimo público animando desde el primer momento, así que creo que en lugar de sentirme motivado me sentí abrumado mientras enfilaba la calle Serrano esquivando a cientos de corredores y tratando de encontrar mi ritmo.

Con el paso de los metros comencé a disfrutar de la sensación de estar arropado por tanta gente que animaba y por el ambiente festivo de la carrera, siendo al mismo tiempo consciente de que si quería alcanzar mi objetivo debía tratar de cubrir los primeros 7 km en torno a los 5:40 el kilómetro para poder ganar algo de margen para la terrible subida de la Avenida de la Albufera.

Sin embargo, entre lo lento del inicio por la multitud y por lo duro del arranque en la cuesta de Concha Espina, terminé el primer kilómetro en unos 5:55, que a pesar de ser un tiempo más que excelente para mí me dejaba poco margen de cara al futuro, así que con ese pensamiento y sabiendo que los próximos kilómetros eran en bajada aumenté el ritmo dejándome llevar por la marea de colores.

La gente animaba sin parar y te llevaba en volandas así que la Calle Serrano que ya había recorrido varias veces en carreras previas se me hizo extrañamente corta a medida que iba cubriendo metros y aumentando el ritmo y cuando me quise dar cuenta había cerrado el kilómetro 2 en unos 5:33 segundos.

Fue ahí cuando empecé a ser consciente de que a pesar de la ventaja de la cuesta abajo, estaba afrontando la carrera a un ritmo más adecuado para un 5k que para un 10k y que me pasaría factura, pero emperrado como estaba en sacar algunos segundos para el futuro, no me atrevía a bajar el ritmo mientras adelantaba sin parar a gente disfrazada de Goku, Elvis, Langostinos o Super Mario Bros. 

Al ritmo que llevaba enseguida alcancé la Plaza de Colón y seguía sorprendido de la cantidad de gente que animaba desde las aceras y se sacaba fotos con los corredores, haciéndome sentir más parte de una enorme cabalgata de Navidad que de una carrera. Muchos niños extendían las palmas de las manos hacia la carretera esperando que alguno de nosotros les chocase los cinco al pasar en lo que parecía ser una especie de homenaje al mundo pre Covid.

Un poco antes de terminar la calle Serrano, cuando rondaba el kilómetro 3 y mantenía un ritmo de unos 5:40 me crucé con un hombre con una pancarta en la que nos criticaba por propagar el Covid... Reconozco que me sentí un poco culpable de formar parte de una masificación tal, no solo por lo corredores sino por todo el público que generábamos, pero quise engañarme un rato y pensar que estábamos al aire libre y no debía ser tan grave y seguí corriendo.

 Al llegar a la Puerta de Alcalá mis pensamientos negativos se disiparon por completo. Había un escenario con música a todo volumen y luces de colores y una enorme multitud que animaba. Unos corredores disfrazados de los payasos de la tele daban la nota de color y más que nunca tuve la sensación de formar parte más de un enorme espectáculo que de una carrera. 

Me sorprendió descubrir que en lugar de continuar por Alfonso XII girábamos a la derecha para llegar a las Cibeles y seguir por el Paseo del Prado. Confieso que a pesar de mis reticencias por el Covid no podía negarme que el ambiente era increíble y me moría de ganas de sacar el móvil y ponerme a sacar fotos de las luces que cubrían el tramo de la Calle Alcalá. No obstante, sabía que tenía poco margen que perder y quería sacarle el máximo partido al tramo de bajada de la carrera.

El ambientazo

Me hizo mucha gracia ser consciente de estar bajando el Paseo del Prado cuando estaba ya acostumbrado por carreras previas a recorrerlo en sentido ascendente y me sorprendió ver cómo de diferente se nota la inclinación al subir que al bajar. De hecho me dio un poco de vergüenza haber pensado en ese recorrido como una terrible subida cuando ahora mismo apenas era capaz de sacarle algo de partido a la pendiente para ganar algo de ritmo.

A pesar de todo, unos metros más adelante me encontré con el arco que marcaba los primeros 5 kilómetros y descubrí que, había conseguido mantener el ritmo de 5:40 que me había propuesto pero que al mismo tiempo estaba agotado con media carrera por delante. Atocha se veía a unos cuantos cientos de metros y sabía que en breve perdería la ventaja de la cuesta abajo.

Al llegar a Atocha, a pesar del cansancio tuve unos momentos de motivación ya que había un nuevo escenario con música y alrededor una gran multitud de gente animando que una vez más te hacía volar, sin embargo notaba que había empleado, contra toda prudencia, demasiada energía en los primeros kilómetros y estaba empezando a tirar de la reserva. Recordé también que a pesar del pequeño repecho, unos metros más adelante comenzaba una nueva bajada, esta vez la última, hasta llegar al Puente de Vallecas, así que traté de mantener el ritmo al precio que fuera. A pesar de todo, tragué saliva cuando vi que cerraba el kilómetro 6 en 5:56 y aún me esperaba la Avenida de la Albufera.

En ese momento ya iba con la lengua fuera y casi no podía mantener el ritmo ni en los tramos cuesta abajo, así que convertí la carrera en un ejercicio matemático de "¿Cuántos segundos por kilómetro puedo perder para no subir de la hora?". Por suerte ya estaba acercándome al Puente de Vallecas donde un nuevo escenario con música y luces sicodélicas me hicieron distraerme un rato, a pesar de que mis piernas iban fundidas y comenzaba el terrible ascenso.

Los primeros metros de subida me sentí optimista. "¡Pues no era para tanto!" pensé mientras bajaba un pelín el ritmo para no desfondarme y cerrar el kilómetro 8 en 6:11. Según mis cálculos, si era capaz de mantener ese ritmo un kilómetro más llegaría con margen suficiente hasta para bajar un minuto de la hora, pero a medida que iba recorriendo metros la pendiente se iba acentuando y cada vez más gente se rendía de seguir corriendo.

En ese momento el público tiraba más que los que estábamos corriendo. Se escuchaba por todos los lados gritos de "Vamos, que no queda nada" pero ninguno de los que tratábamos de mantener el tipo parecíamos muy confiados... Sentía que mi ritmo se había hecho añicos y un par de vistazos al reloj me revelaron que estaba subiendo a algo más de 7:15 el kilómetro. Mi margen se disolvía como un azucarillo...

En ese momento en el que estaba planteándome si no sería tan malo seguir un ratito caminando, un grupo de chicos de unos 12 años que animaba desde la acera me preguntó el nombre. Con un jadeo confuso les respondí "Miguel" mientras trataba de seguir escalando como fuera, justo cuando el grupito comenzó a animarme a voz en grito "¡¡Miguel, Miguel, Miguel!!" lo que me hizo sonreír para mis adentros y apretar un poco el paso para no decepcionar a mi grupo de seguidores recién fundado. ¡Gracias chavales!

De esta manera y pasándolas realmente canutas comencé a divisar la calle de Carlos Martín Álvarez donde dejaríamos la terrible Avenida de la Albufera para afrontar el que sería el último kilómetro. Me sentía cansado como nunca antes, pero la meta empezaba a estar al alcance de la mano.

En mi cabeza, era el momento de apretar un poco sabiendo que este último kilómetro y pico era casi todo cuesta abajo pero me di cuenta de que las piernas no daban ni un gramo más de sí. A pesar de que intenté exprimirme un poco más para compensar el tiempo perdido en la subida, cerré el kilómetro 9 en 6:31, un tiempo que me dejaba muy cerca y a la vez muy lejos de terminar en menos de una hora. Necesitaba como fuera terminar el último kilómetro en un poco menos de 6 minutos y tal y como iba de fundido no lo veía nada claro.

Mis padres se habían propuesto ir a recibirme a la meta y el último kilómetro me lo pasé tratando de encontrarles entre la multitud mientras intentaba sacar un poco más de combustible del depósito  disfrutando de los últimos ánimos de la gente de Vallecas y apreciando el cambio de paisaje y paisanaje entre los barrios ricos y los pobres de Madrid.

En ese momento en el que me faltaba ya el aire y las piernas se negaban a empujarme un metro más solo esperaba encontrarles cuanto antes y que me sirvieran de ánimo para dar el último acelerón, pero de momento no les encontraba. Apenas quedaban unos 500 metros y ya trataba de sacar energía de donde no la había cuando les encontré. Para mi desgracia yo iba por el lado derecho de la carretera y ellos estaban esperando en la acera izquierda, así que tuve que invertir las últimas energías en cruzar la calle en horizontal para saludarles mientras esquivaba a los corredores que venían por detrás.

Ahora sí, sabía que era el momento de darlo todo y que el margen se había reducido al mínimo. Intenté esprintar pero las piernas ya no daban más de sí, así que me limité a no bajar el ritmo y crucé el arco con el puño en alto y un parcial de 5:50.

Según mi reloj había cruzado en unos 59 minutos y 50 segundos, pero aún tenía que esperar al tiempo oficial... aún así me permití unos segundos de emoción al darme cuenta de que había conseguido terminar el objetivo que me había planteado tanto tiempo atrás y que me había llevado desde ponerme unas zapatillas y rodar unos pocos metros hasta cruzar esta meta.


El cierre.

La verdad es que mis emociones y sensaciones una vez más son confusas. Como me pasa después de cada carrera hay un poco de cal y otro poco de arena.

Lo positivo es sin duda mi propio logro y la emoción que me llevo de haber superado mis metas incluso aquellas que me parecían imposibles.

Por supuesto también el fantástico ambiente que había, la actitud de la gente tanto los corredores como el público. Me ha encantado sentirme tan arropado por tanta gente y sentir como me llevaban en volandas cuando ya no daba más de mí. Ha sido una forma realmente increíble de cerrar el año.

Me ha emocionado ver la diferencia de gente entre los barrios ricos y pobres y sentir como de alguna manera todos podemos estar unidos por una causa común a pesar de tantas desavenencias y me ha dado un poquito de orgullo de haber sido por un día un eslabón en la enorme cadena invisible que nos conecta a todos.

Lo negativo lo pone la situación sanitaria que tenemos. Me da mucha tristeza ver como todos nos hemos convertido en sospechosos y como aunque nos intentamos unir y recuperar ciertas alegrías, seguimos mirándonos todos con sospechas. 

En otro momento habría pensado que esta carrera ha sido un espectáculo pero hoy siento que hemos cruzado los límites de la prudencia. Me deprime sentirme culpable por haber formado parte de esta carrera y saber que en el fondo he sido un poco irresponsable por meterme en un enorme tumulto de personas.

A pesar de todo, lo positivo supera ampliamente a lo negativo y sé que esta ha sido la primera, pero no será mi última San Silvestre. 

Por cierto. Resultado oficial: 59:43 segundos. ¡Justito, pero un nuevo sub 60 para mi colección!

Un nuevo sub 60.

Ahora a buscar nuevos retos y seguir creciendo. 

¡Nos vemos en las calles!

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