Motivado por mi reciente carrera del pollo, me he animado a la I Carrera por la igualdad en Campo Real.
La primera razón para inscribirme fue que era la primera carrera de menos de 10k disponible, la segunda es que el recorrido y tipo de terreno me recordaba bastante al de la Carrera del Pollo que tanta ilusión me hizo correr, por lo que sentía la suficiente confianza como para afrontarla con garantías.
Así que, embutido en mi flamante camiseta de la Carrera del Pollo y con el dorsal 83 en el pecho me dirigí hacia Campo Real. Reconozco que mi primera sensación ha sido de un poco de desilusión, porque mientras que en Moraleja de Enmedio había un excelente ambiente desde bastante antes de empezar, aquí la situación estaba un poco fría.
Se nota que todavía estamos en tiempos complicados, ya que en general había poca gente, mucha distancia y poca animación. sin embargo a medida que se acercan los minutos y comienza a sonar el speaker, se organizan calentamientos organizados y demás, el ambiente se va caldeando.
Del recorrido, me preocupa un poco el inicio que es bastante cuesta arriba y un tramo en torno al km 5 que tiene pinta de ser un rompe piernas. Sin embargo como es una distancia un poco más corta de la que estoy acostumbrado, me siento relativamente seguro de mis posibilidades.
En esta ocasión, salen primero las chicas, con lo que una parte vanidosa de mí piensa que quizás tenga la posibilidad de ser yo el que alcance a alguien en lugar de lo que sucedió la ultima vez, que al salir de los primeros fui rebasado por todo el mundo.
Y cuando me quiero dar cuenta, pistoletazo de salida y como la otra vez, de repente me veo varias docenas de metros detrás del último. Por lo que sospecho que otra vez me va a tocar ir en la cola de la carrera. La primera pendiente me resulta criminal, pero aguanto el ritmo, aunque bajando mucho mis revoluciones y a raíz de ahí el terreno se complica un poco, porque ha estado lloviendo y al ser por terreno no asfaltado hay grandes charcos y barrizales que nos obligan a veces a desfilar en fila india por los laterales del camino.
Este terreno un poco accidentado, me da cierta ventaja, porque hace que la gente delante de mí deba frenarse y me permite acercarme a la cola del pelotón. De esta manera, soy incluso capaz de adelantar a algunos antes de llegar al kilómetro 4. En este momento voy ansioso de la impaciencia ya que en esta carrera hay avituallamiento líquido y me hace ilusión participar de este momento que he visto tantas veces en la tele. Me pregunto cosas muy absurdas como si seré capaz de coger la botella al pasar o si sabré beber sin parar de correr.
Al final, como suele pasar casi siempre, la realidad es más sencilla que el peor de los pensamientos, cojo el agua bebo y como hace bastante calor me vacío el resto de la botella en la cabeza. Descubro, eso sí, que hacer eso, suma a mi camiseta medio kilo de peso por el agua absorbida...Nota mental para mi mismo, no lo hagas más.
El camino en este momento se vuelve precioso, caminos de montaña entre olivos y gargantas y me siento increíble de estar ahí. Miro mi ritmo y me doy cuenta de que voy alrededor de los 6:30 por km. Un poco más lento de lo que había previsto, pero para ser mi segunda carrera me siento pletórico y siento una vez más la maravillosa sensación de que voy a terminar.
De repente llega una subida que se vuelve infernal y me hace arrepentirme de haber cantado victoria tan pronto. Veo que la gente que va por delante de mí la sube caminando y yo, todo orgullo y poca cabeza, me niego a hacer lo mismo, así que sigo trotando, bajando el ritmo hasta casi los 8 min/km mientras subo en zig zag para tratar de hacerla más ligera.
Cuando llego a lo más alto me arrepiento -y me alegro- de mi proeza cuando veo que todos los que subían caminando salen zumbando cuesta abajo, mientras yo trato de tomar aliento y encontrar mis pulmones que han debido quedarse por el camino. Me siento orgulloso de no haber tenido que parar, pero en cuestión de tiempo, me ha salido caro.
Soy consciente de que estoy en el último kilómetro y de que ya es todo cuesta abajo, así que me dejo llevar, aprieto los dientes -y el paso- y me encaro a la meta.
Al final 46 minutos 24 segundos para 7 km, un ritmo de 6:38 y la satisfacción de no ser el último, ni el último hombre, ni siquiera el último de mi categoría.
Para la colección, mi segundo dorsal y mi primera medalla finisher. Ahora, ¡A por la próxima!
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